Eterno Retorno

Sunday, September 18, 2005

Lomas Taurinas


Hace unos días leía con interés las crónicas de Armando desde Dallas Texas. Armando narraba lo que sentía al estar parado en el sitio exacto donde cayó fulminado JFK en noviembre de 1963. Con todo y su vocación por el gigantismo texano, su derroche petrolero, sus Cowboys con porristas incluidas, Dallas vive bajo la sombra del fantasma Kennedy. No conozco una sola persona que haya ido a Dallas (sin albur mal pensados) y regrese sin haberse ido a parar al sitio exacto donde la certera bala de Oswald fue a albergarse a la humanidad de JFK. No importa cuántas atracciones pueda llegar a tener Dallas. Todo visitante exigirá entre las atracciones reglamentarias del tour ir al sitio exacto del magnicidio.


Tijuana en cambio ha exorcizado al espectro de Luis Donaldo Colosio. Se de tijuanenses que habiendo nacido y vivido toda su vida en esta ciudad, no han ido nunca a Lomas Taurinas. Ni se diga los miles y miles de foráneos. Bueno, debo admitir que la odiosa comparación con Dallas tiene algo de injusta. A Kennedy lo plomearon en pleno centro de la ciudad. Miles y miles de burócratas y ejecutivos que trabajan en el downtown, deben pasar por ahí todos los días, empezando por los colegas del Dallas Morning News, cuyo enorme edificio está a un par de cuadras del sitio. Lomas Taurinas en cambio se encuentra al fondo de unas cañadas. Es el equivalente a un resumidero. Para llegar hasta ahí debes descender por escarpadas pendientes. No es un lugar que te quede de paso. A menos de que seas priista o habites ahí, no se puede decir que Lomas Taurinas sea un punto por el que inevitablemente debas pasar todos los días. A menudo, la referencia más común con los turistas y visitantes de nuestra ciudad, se da cuando vas por ellos al Aeropuerto. Cuando vas en pleno descenso de Otay a la Libertad, es casi inevitable que señales hacia los cerros y le digas a tu recién llegado amigo: Mira, allá abajo está la colonia donde mataron a Colosio. El visitante mirará las casuchas con fingido interés y te dirá: A ver si después me llevas. Pero el después no llega nunca. Primero vas a la Revo, a la Coahuila, al Bordo, al Terrazas Vallarta, a Puerto Nuevo a comer langosta y a San Diego de shopping. Así completas el tour tijuanero. Lomas Taurinas queda en el olvido. Sólo cuando llevas a tu amigo de regreso al aeropuerto vuelves a mirar los cerros y dices: Ya no te llevé a donde mataron a Colosio. Ni modo compa, ahí será para la otra.


He perdido la cuenta de las veces que he ido a Lomas Taurinas. Creo que para todo reportero de Tijuana forma parte de la rutina. Cada 23 de marzo, obvia decirlo, los priistas suelen juntarse ahí. Cada año que pasa, el evento es más desangelado, más soporífero, más rutinario. Unos cuantos discursos de cajón, un arreglo de flores que parecen marchitas desde antes de ser colocadas. La Plaza de la Unidad y la Esperanza es un cementerio y la estatua de Luis Donaldo se muere de aburrimiento. En la Biblioteca Pública Diana Laura Rojas podrás encontrar algunos cuantos viejos libros de texto. Suele ser visitada de vez en cuando por polillas y ratones



Nadie sabe a ciencia cierta en qué punto exacto fue a caer el cuerpo de Colosio. Sobre lo que en 1994 eran andurriales sin pavimentar, hoy existe una pequeña explanada frente a la cual está el monumento al candidato del pelo afro. He escuchado por lo menos tres versiones distintas de habitantes de Lomas Taurinas que te señalan el punto exacto dode se paró Aburto y el sitio a donde fue a caer Luis Donaldo. Cada loco tiene su lyenda y su verdad. Por lo demás, cada vez son menos los curiosos que preguntan.

Mentiría si dijera que al estar parado en Lomas Taurinas me siento poseído por un espíritu o me invade una súbita melancolía. Todas las veces que he ido a Lomas Taurinas lo he hecho por motivos de trabajo y en todos los casos ha sido la cobertura de soporíferos actos priistas. Y no, no soy indiferente ante Luis Donaldo Colosio. Provengo de una familia colosista y sin duda en 1994 le hubiera dado mi voto sin pensarlo. Alguna vez tuve la oportunidad de saludar a Luis Donaldo y si bien a esa edad ya no creía en salvadores de patrias, por lo menos le concedía mi sincera impresión de que era un hombre bueno.


Hay cierta fascinación por visitar el sitio exacto donde murió un personaje. Yo suelo sucumbir muy a menudo ante el vicio. Mi recuerdo más presente de Parral Chihuahua, es el haber seguido la ruta del asesinato de Francisco Villa, ocurrido el 20 de julio de 1923. Caminar por la calle donde transitaba al volante de su carcaha en sus últimos segundos de vida, estar parado frente a la ventana por donde dispararon los asesinos. La casa que los sicarios rentaron para llevar a cabo la ejecución es hoy en día un museo. Si Dallas no escapa al fantasma de Kennedy, Parral tiene su esencia misma en el de Villa.


Hace casi un año, el pasado mes de noviembre, Carolina y yo caminamos por las heladas calles de Viena para buscar la casa donde Mozart dejó el mundo un 5 de diciembre de 1791. Es un edificio de cinco pisos. Wolfang Amadeus murió en el cuarto. Nada hay en el sitio, ni siquiera una mínima placa, que aluda a la muerte del músico. Solo una tienda de libros y artículos masónicos, rinde homenaje al más virtuoso de los masones.


En París, caminando por la Plaza de la Concordia, traté de imaginar el punto exacto donde habría estado colocada la guillotina que cortó de tajo los cuellos de Luis XVI, María Antonieta, Robespierre, Danton y tantos miles de franchutes. Una placa de bronce colocada en el suelo, me ayudó a la tarea. La placa debió ser colocada por un monárquico, pues sólo aludía a Luis y a María Antonieta, mientras el resto los diez mil y tantos pobres inocentes fueron omitidos.


Más que tratar de sentir las vibras del muerto que derramó su sangre en el sitio en que estoy parado, trato de mirar el entorno e imaginar su última visión del Mundo. Pero en Tijuana no te das abasto. En muchos de los sitios por donde caminas, suele haber una historia de asesinato. Casi todos los días de mi vida, suelo pasar por el punto de la Vía Rápida en donde fue acribillado el comandante Alfredo de la Torre. Antes le ponían coronas de flores. Hoy ya nadie lo recuerda. Alfredo cayó en desgracia. A Federico Benítez por lo menos le dieron el honor de bautizar con su nombre uno de los bulevares más largos de Tijuana. Sobe Alfredo pesa la sombra de la mafia y su compadrazgo con Mayel.
Lo mismo pasa cuando vas a pistear al Ruben Hood. Creo que es imposible beber una cerveza en ese sitio sin conversar o imaginar el momento en que el subprocurador Rogelio Delgado Neri fue acribillado en enero de 2004. Todas las cervezas de ese baresucho están condenadas a tener el sabor del muerto. Vaya, con decirles que Tijuana es la única plaza futbolera en cuya cancha ronda el fantasma de un muerto. Sobre la pista atlética del CREA, donde hoy en día juega sus partidos el Club Tijuana de la Primera A, fue asesinado Arturo Ochoa Palacios, quien fuera delegado de la PGR en Tijuana. Ochoa corría rutinariamente como todas las mañanas. El sicario también. No todos los sicarios del narco usan botas y cinto piteado como quieren imaginarlo los amantes del estereotipo. Este traía pants y tenis y debe haber sido un buen atleta, pues corrió más rápido que Ochoa para alcanzarlo en la carrera, darle un plomazo en la cabeza y salir corriendo de la unidad deportiva hasta la Vía Rápida donde lo esperaba un carro. Nunca lo capturaron.


Mc Donalds y Carls Junior

Leo un comentario de Humphery bloggart en torno a la fiebre de libros gordos de mil páginas nacidos a raíz del Código Da Vinci.
No me considero un detractor del Código da Vinci. Que es chatarra editorial, cierto, pero aún la chatarra tiene categorías. Siempre he dicho que una McDonalds es infinitamente peor a una Carls Junior. Ambas son basura, pero hasta en la basura hay clases sociales. Hay de best sellers a best sellers. En todo caso es preferible que los analfabetos lean el Código Da Vinci a que lean Carlos Cuauhtémoc Sánchez. La herencia que dejaba Juventud en éxtasis a los tarados que tuvieron la paciencia de deglutirlo, era de culpas y represiones sexuales, aderezados con un insoportable hedor a mojigatería. En cambio los lectores del Código, por lo menos empezarán a albergar dudas sobre la honestidad de su Iglesia y acaso sientan curiosidad por explorar enigmas históricos. Dan Brown explotó una fórmula harto vieja y machacada. Toda la vida ha habido en las mesas de novedades editoriales productos sobre evangelios apócrifos, templarios, griales y marías magdalenas.
No es la primera vez que sucede algo así. Con el Caballo de Troya de Benítez sucedió algo muy similar, aunque más limitado a los lectores de habla hispana.

El factor Dios

Dios está de moda. Las teocracias son la última novedad de la temporada. Decir Dios te bendiga al final de cada discurso es lo inn, lo cool. Meter a Dios hasta en la sopa es políticamente correcto. Bush y Fox se han encargado de reafirmarlo.
Hasta en los más escarpados cerros de Tijuana encontrarás una iglesia evangélica. Se multiplican como hongos. A diferencia del templo católico, necesitan muy poco material y nulos trámites burocráticos para erigirse. Apenas unas cuantas tablas y un bote de pintura. Tijuana es la única ciudad en el país cuyo gobierno municipal tiene en la nómina una Unidad de Asuntos Religiosos. Es una dependencia creada por Hank Rhon para tratar de cosechar votos entre las iglesias. Según las cifras de esta oficina municipal, en Tijuana los católicos siguen siendo mayoría, pero hay un dato curioso: Hay más iglesias evangélicas y protestantes que católicas. Todas las miserables barridas cerriles de Tijuana tienen por lo menos una
Ya no me gusta escribir sobre el factor Dios. Hiere muchas susceptibilidades. Dios no existe y punto. Yo no creo en él. Con eso me conformo. Respeto a los creyentes y llevo la fiesta en paz. Si no tratas de evangelizarme y sacar al Diablo de mi alma, puedes pasártela bien conmigo. El problema es que con los protestantes, testigos de Jehová y de más subespecies es imposible sostener una conversación civilizada sin que ellos eructen peroratas sobre su deidad. Yo no ando por el mundo predicando la inexistencia de Dios. Me tiene sin cuidado si la gente cree o no. Al final todos seremos festín para los gusanos y no habrá más infierno ni paraíso que la cajita donde arrumben nuestras cenizas.