Eterno Retorno

Wednesday, June 02, 2004

Una enorme falacia llamada Feria del Libro de Tijuana

De entrada, es mejor comenzar con una aclaración: Toda feria del libro es a priori una falacia absoluta. Su fraudulenta naturaleza estriba en que es ante todo un pretexto. La de Tijuana no tenía porque ser diferente.
Ayer hice mi primera incursión a la feria libresca. Sería mentira si dijera que estoy francamente decepcionado, pues para decepcionarse es menester esperar demasiado y la realidad es que la feria tijuanense nunca me he generado siquiera medianas expectativas.
Sin embargo creo que es incluso más mediocre que la de los dos años anteriores, aunque sigue siendo superior (si es que cabe hablar de superioridad ante semejante modestia) a las tristes ferias que se organizaban en el patio de Palacio Municipal.
Si bien la Feria del Libro de Tijuana se pasa de modesta y desabrida, déjeme aclarar que el tamaño no importa. La Feria de Monterrey es 10 o 15 veces más grande y sin embargo llega a ser igual de decepcionante en cuanto a su oferta editorial (aclaro que no he acudido a esa feria en los últimos cinco años)

De entrada, hay dos grandes mentiras inherentes a toda feria libresca.

PRIMERA GRAN MENTIRA: VERÁS MUCHISIMOS LIBROS QUE SON DIFICILES DE ENCONTRAR.

Vaya falsedad. En la Feria de Libro de Tijuana encuentras los mismos libros que puedes encontrar los 365 días del año en cualquier supermercado. Vaya, me atrevería a decir que menos. Uno espera ejemplares realmente extraños o ultra novedosos, pero no. Nada, nadita de nada como dice la canción. Los libros que vi ayer en la Feria son los mismos que he visto todo el año en Sanborns, en el Mercado Ley, en la Comercial Mexicana, en la Librería El Día o en la Librería Gerardo. Aclaro que soy una persona que compra un promedio de uno a tres libros por semana y que al menos cada tres días se dedica a matar su tiempo en una librería y por ello estoy más o menos en la jugada de la oferta de cada uno de los changarros que ofrecen estos productos en Tijuana. Pues bien, el 95% de los libros que vi ayer, los puedes comprar en cualquiera de los comercios arriba mencionados. En el mismo Sanborns de La Ocho, a unos pasos de la Feria, tienen una diversidad que perfectamente empata a la ofrecida por nuestro magno evento editorial (y mira que el negocio de los Slim siempre me ha parecido una gran mierda). Si acaso el puesto de libros de la UNAM ofrecía un poquito de diversidad en cuanto a libros de temas medievales (que siempre me volverán loco) y el Libro Club trajo una dotación más o menos regular de Anagrama, Acantilado y Siruela, pero nada que no haya visto antes. La Librería del Artesano de Ensenada, la que ofrecía por mucho la mayor diversidad de títulos literarios, no ha venido este año. Con la ausencia de esa librería, la Feria pierde el 40% de su potencial (si es que algún día se pudo hablar de potencial) Para que se den una idea, todos los libros que compré en la Feria en ediciones pasadas eran de la Librería del Artesano. En contraparte, mucho pinche libro de esoterismo, magia, brujería barata y una sobredosis de superación personal. La narrativa, el ensayo, la historia y la filosofía en franco declive.
Pero la gente requiere que le digan que hay una feria para motivarla a ir a hacer mitote, verse las caras y emocionarse al ver un ridículo librito ordinario que lleva todo el año en la Comercial Mexicana a donde acude cada domingo a hacer su mandado, pero al que nunca antes le había prestado atención.
Cuando vayan a una librería fíjense en los clientes. La mayoría llegan directo a la caja y le preguntan al empleado por el libro de texto, el de superación personal que les recomendó la vecina o el Poema del Mío Cid que le encargaron a su hijo en la secundaria. No se detienen a mirar detenidamente, hojear con calma, comparar precios. Llegan y se van en chinga. Ir a la librería es para ellos un trámite tan tedioso como ir al banco. Por eso yo tengo una regla de oro: Jamás en una librería le pregunto a un empleado por un título. Yo observo en silencio, evalúo, comparo, huelo (sí señores, tengo el vicio de oler los libros como un vil sabueso) leo varias páginas y al final me decido. He llegado a pasar más de cuatro horas rondando por El Día. El libro me tiene que encontrar a mí, no yo a él.

SEGUNDA GRAN MENTIRA: EN LA FERIA DEL LIBRO ENCONTRARAS PRECIOS MAS BAJOS DE LO NORMAL.


Ja, ja, ja. Esta sí que es la peor de las patrañas. No sólo no encontrarás precios más bajos en la Feria, sino que los encontrarás considerablemente más altos. A las pruebas me remito.
Unos cuantos ejemplos nada más: El libro La Mara, de mi gran maestro Rafael Ramírez Heredia, lo compré en Costco por 140 pesos. En la Feria me lo querían recetar a 210 en el stand de Alfaguara.
El libro de la colombiana Restrepo, Delirio, Premio Alfaguara 2004, lleva un rato en el Costco. Te lo venden a 132 pesos. En la Feria te lo presentan como la última novedad salida del horno y cuesta 200 pesos. A las pruebas me remito por si hay alguna duda.
Te venden los libros con ilustraciones de Doré tipo la Divina Comedia y Paraíso Perdido a 80 pesos como si fuera la gran oferta cuando a unos pasos de ahí, en el Sanborns de la Ocho, cuestan 49 pesos.
La librería de la UNAM no era mala. Lástima que la Universidad que pugna por la eliminación de cuotas y el acceso a la cultura gratuita, no te venda un libro debajo de 250 pesos. Buenos títulos góticos y de historia y leyendas medievales, pero hasta ahí. No voy a pagar 260 pesos por una edición bastante regularcita de El Monje de Lewis.
En Libro Club encontré el Gaucho insufrible, trabajo póstumo de Roberto Bolaño, en 255 pesos. Un libro de poco más de 100 páginas, simplemente. Por favor.
Encontré (y me vi tentado a comprar) la segunda y tercera parte de Trilogía de Las Cruzadas del sueco Jan Gillou (sólo tengo el número uno) pero cada uno de los ejemplares, sólo por ser en pasta dura, cuestan 319 pesos, ahí nomás. Digo, por favor compadritos, ¿a quién le quieren ver la cara de pendejo? ¿A mí? Toparon con una regia y canchera pared.


Epílogo: En mi primera visita a la Feria del Libro adquirí Obras jocosas del siempre genial Francisco de Quevedo por 36 pesos (todos los libros clásicos son siempre baratos) y Nostalgia de la sombra del guanajuatense Eduardo Antonio Parra por 80 pesos. Tal vez sean las únicas compras que haré. En este momento tenemos trabajadores en casa que nos están construyendo la barda del patio y una fuente, por lo que hemos gastado miles de pesos y no estoy para derrochar en libros sobre inflados.
¿Qué si estoy en contra de la Feria del Libro? Para nada, que bueno que se haga. Que lindo que Tijuana tenga su feria. Tal vez este pretexto sirva para que algunas personas descubran que leer es uno de los máximos placeres que ofrece la existencia y una de las cosas por las que la vida vale la pena ser vivida. Muy bien. El problema es que no creo que sea un negocio para los libreros ni mucho menos una oferta atractiva para los bibliófilos marca Alonso Quijano como yo.