Mis dilemas salubres
Desde que medio dejé de cubrir temas grillos y puercones para dedicarme de lleno a los temas de salud, sufro graves crisis de autocuestionamiento superyoíco y culpabilidad. Los políticos y los policías son tipos que no suelen cuidar sus cuerpos y cuyos hábitos, al igual que los míos, suelen ser insanos, pero ahora me la paso hablando con puro doctor que me hace sentir el ser más descuidado del Universo. Que si comer grasa es malo, que si el abuso del alcohol te convierte en un teporocho de Merlot, que las consecuencias del no dormir, que la dieta no balanceada. Putísima Madre. Sí, estoy jodido. Soy un caso prototípico de insalubridad, un ejemplo perfecto de lo que no se debe hacer, un ser que camina hacia su autodestrucción física. Me dicen que el café en exceso es malo y yo no puedo iniciar el día sin café. Me retaco unas tres tasas antes de salir de casa y unas cuatro o cinco al llegar a la Redacción. Me dicen que el exceso de alcohol es malo y yo no exagero si digo que me retaco en promedio una botella de tinto al día (digamos que entre semana de media a una y en fin de semana de a dos o tres por día) Soy afecto a las carnes asadas, a los chorizos, a los alimentos pesados y ricos en grasas. Mi único hábito sano es que no fumo y eso porque no le encuentro el chiste al pinche tabaco aburrido. Y sí, me acuerdo cuando me gradúe de la Universidad, allá por 1996. Usaba pantalones talla 28 o 30. El 32 me quedaba flotando. Recorría cantidad de kilómetros al día en bicicleta, jugaba futbol y sí, también pisteaba en exceso, pero quemaba re bien esas calorías. Lo único que puedo decir en mi consuelo, es que cada kilo ganado (y mira que son muchísimos) ha sido a base de puras delicias que prepara mi esposa. Estoy casado con una mujer que tiene manos mágicas para la cocina y cuando no comemos sus manjares, lo hacemos por lo general en buenos restaurantes. Cada kilo en esta panza es el producto de un buen vino, de una buena pasta, de un rechoncho New York, de mu-chas cervezas Guiness, Heineken, Tijuana. Digo, malo que me la hubiera llevado a pura Lager y Tecate tragando papitas en los Oxxo, pero por fortuna puedo sentir que cada kilo ha sido bien ganado.
Y esos no va a quitármelos ninguno de los médicos que se han encargado de sembrar dilemas en mi cabeza.
Desde que medio dejé de cubrir temas grillos y puercones para dedicarme de lleno a los temas de salud, sufro graves crisis de autocuestionamiento superyoíco y culpabilidad. Los políticos y los policías son tipos que no suelen cuidar sus cuerpos y cuyos hábitos, al igual que los míos, suelen ser insanos, pero ahora me la paso hablando con puro doctor que me hace sentir el ser más descuidado del Universo. Que si comer grasa es malo, que si el abuso del alcohol te convierte en un teporocho de Merlot, que las consecuencias del no dormir, que la dieta no balanceada. Putísima Madre. Sí, estoy jodido. Soy un caso prototípico de insalubridad, un ejemplo perfecto de lo que no se debe hacer, un ser que camina hacia su autodestrucción física. Me dicen que el café en exceso es malo y yo no puedo iniciar el día sin café. Me retaco unas tres tasas antes de salir de casa y unas cuatro o cinco al llegar a la Redacción. Me dicen que el exceso de alcohol es malo y yo no exagero si digo que me retaco en promedio una botella de tinto al día (digamos que entre semana de media a una y en fin de semana de a dos o tres por día) Soy afecto a las carnes asadas, a los chorizos, a los alimentos pesados y ricos en grasas. Mi único hábito sano es que no fumo y eso porque no le encuentro el chiste al pinche tabaco aburrido. Y sí, me acuerdo cuando me gradúe de la Universidad, allá por 1996. Usaba pantalones talla 28 o 30. El 32 me quedaba flotando. Recorría cantidad de kilómetros al día en bicicleta, jugaba futbol y sí, también pisteaba en exceso, pero quemaba re bien esas calorías. Lo único que puedo decir en mi consuelo, es que cada kilo ganado (y mira que son muchísimos) ha sido a base de puras delicias que prepara mi esposa. Estoy casado con una mujer que tiene manos mágicas para la cocina y cuando no comemos sus manjares, lo hacemos por lo general en buenos restaurantes. Cada kilo en esta panza es el producto de un buen vino, de una buena pasta, de un rechoncho New York, de mu-chas cervezas Guiness, Heineken, Tijuana. Digo, malo que me la hubiera llevado a pura Lager y Tecate tragando papitas en los Oxxo, pero por fortuna puedo sentir que cada kilo ha sido bien ganado.
Y esos no va a quitármelos ninguno de los médicos que se han encargado de sembrar dilemas en mi cabeza.