Ahí va de nuez este pinche post. Odio repetir pero odio más los textos sin acentos. A ver si blogger no la jode otra vez-
El más conocido, el menos leído.
Hablar de un escritor muy conocido no es en absoluto sinónimo de un escritor muy leído. El mejor ejemplo, sin duda, es Octavio Paz. En realidad, demasiadas personas saben, tienen una vaga idea o por lo menos les suena el nombre del poeta de Mixcoac. Televisa se encargó de machacarlo tanto y llegó a tal grado la exacerbada promoción oficial de su imagen a raíz del superpremio de 1990, que hasta un consumado ignorante puede decirte que Octavio Paz es un guey que escribe bien cabrón. Vaya, su nombre es un símbolo, un cliché, un adjetivo para referirse al poetastro intelectual que no falta en ningún equipo humano. Sí, todo México sabe que Octavio Paz fue un escritor, pero... ¿Cuanta gente lo ha leído? Aún dentro de los círculos medianamente cultos, no se puede decir que Paz sea un autor que pueda presumir miles de lectores. Sí, digamos que de cajón te leíste (o hiciste la finat de que leías) El laberinto de la soledad y eso porque algún maestro necio te le encargó en la Universi-dad. Medio te acuerdas del rollo aquel del pachuco y las máscaras mexicanas. Pero de ahí en fuera, no se puede decir que la pluma de Paz influya tremendamente en as nuevas generaciones. Sí, ahí es-tarán sus fieles testaferros de de Vuelta INC. que desde su trinchera de Letras Libres y bajo la voz cantante del siempre agradecido Krauze, se encargan de rendirle loas cada cierto tiempo, pero siendo honestos amigos blogueros, preguntémonos: ¿Hace cuanto que no abrimos un libro de Octavio Paz? ¿Cuántos libros suyos hemos leído en realidad? ¿Nos ha influido en algo? Ojo, no significa esto que yo sea uno de los tantos detractores de Paz. Simplemente lo pongo como ejemplo perfecto de un escritor cuyo nombre es conocido y cuya obra es muy poco leída. En lo personal, hay dos libros de Paz que en verdad me han influido y considero, por así decirlo, mis favoritos: El arco y la lira y La llama doble. Y bueno, digamos que también es fundamental leer la trilogía El laberinto de la soledad, Posdata y Vuelta al laberinto de la soledad. De poesía, me quedo con Águila o Sol, aclarando que Paz no estaría ni siquiera en la hipotética lista de mis 20 poetas mexicanos más apreciados. Su gran aporte, bajo mi criterio, es como ensayista. Como poeta ocupa una un lugar en la media tabla. Y con todo el dolor de la tripa de Krauze y compañía, lo cierto es que Carlos Fuentes debe tener muchos más lectores efecti-vos que Paz. Si bien creo que deben contarse con los dedos los valientes que han tenido la paciencia de leer Terra Nostra o Cristóbal Nonato, lo cierto es que cualquier doñita intelectualona de Sanborns se pude leer sin problemas Los años con Laura Díaz o Instinto de Inez. Es más, no dudo que el mis-mo José Agustín y peligro hasta Enrique Serna tengan muchos más lectores efectivos que Paz (por efectivos me refiero a lectores que terminan el libro, no que tienen el libro arrumbado en su librero)
Ya no digamos los rockstars dinosáuricos del “boom”, llámese Vargas Llosa y García Márquez, o las matronas de la literatura doñil, léase Isabel Allende y Marcela Serrano que sin duda pueden presu-mir un racimo de lectores efectivos que el de Mixcoac, con todo su aparato publicitario, jamás tendrá.
Pese a ello, Octavio Paz es el escritor más conocido de México aunque está lejos, muy lejos de ser el más leído.
El más conocido, el menos leído.
Hablar de un escritor muy conocido no es en absoluto sinónimo de un escritor muy leído. El mejor ejemplo, sin duda, es Octavio Paz. En realidad, demasiadas personas saben, tienen una vaga idea o por lo menos les suena el nombre del poeta de Mixcoac. Televisa se encargó de machacarlo tanto y llegó a tal grado la exacerbada promoción oficial de su imagen a raíz del superpremio de 1990, que hasta un consumado ignorante puede decirte que Octavio Paz es un guey que escribe bien cabrón. Vaya, su nombre es un símbolo, un cliché, un adjetivo para referirse al poetastro intelectual que no falta en ningún equipo humano. Sí, todo México sabe que Octavio Paz fue un escritor, pero... ¿Cuanta gente lo ha leído? Aún dentro de los círculos medianamente cultos, no se puede decir que Paz sea un autor que pueda presumir miles de lectores. Sí, digamos que de cajón te leíste (o hiciste la finat de que leías) El laberinto de la soledad y eso porque algún maestro necio te le encargó en la Universi-dad. Medio te acuerdas del rollo aquel del pachuco y las máscaras mexicanas. Pero de ahí en fuera, no se puede decir que la pluma de Paz influya tremendamente en as nuevas generaciones. Sí, ahí es-tarán sus fieles testaferros de de Vuelta INC. que desde su trinchera de Letras Libres y bajo la voz cantante del siempre agradecido Krauze, se encargan de rendirle loas cada cierto tiempo, pero siendo honestos amigos blogueros, preguntémonos: ¿Hace cuanto que no abrimos un libro de Octavio Paz? ¿Cuántos libros suyos hemos leído en realidad? ¿Nos ha influido en algo? Ojo, no significa esto que yo sea uno de los tantos detractores de Paz. Simplemente lo pongo como ejemplo perfecto de un escritor cuyo nombre es conocido y cuya obra es muy poco leída. En lo personal, hay dos libros de Paz que en verdad me han influido y considero, por así decirlo, mis favoritos: El arco y la lira y La llama doble. Y bueno, digamos que también es fundamental leer la trilogía El laberinto de la soledad, Posdata y Vuelta al laberinto de la soledad. De poesía, me quedo con Águila o Sol, aclarando que Paz no estaría ni siquiera en la hipotética lista de mis 20 poetas mexicanos más apreciados. Su gran aporte, bajo mi criterio, es como ensayista. Como poeta ocupa una un lugar en la media tabla. Y con todo el dolor de la tripa de Krauze y compañía, lo cierto es que Carlos Fuentes debe tener muchos más lectores efecti-vos que Paz. Si bien creo que deben contarse con los dedos los valientes que han tenido la paciencia de leer Terra Nostra o Cristóbal Nonato, lo cierto es que cualquier doñita intelectualona de Sanborns se pude leer sin problemas Los años con Laura Díaz o Instinto de Inez. Es más, no dudo que el mis-mo José Agustín y peligro hasta Enrique Serna tengan muchos más lectores efectivos que Paz (por efectivos me refiero a lectores que terminan el libro, no que tienen el libro arrumbado en su librero)
Ya no digamos los rockstars dinosáuricos del “boom”, llámese Vargas Llosa y García Márquez, o las matronas de la literatura doñil, léase Isabel Allende y Marcela Serrano que sin duda pueden presu-mir un racimo de lectores efectivos que el de Mixcoac, con todo su aparato publicitario, jamás tendrá.
Pese a ello, Octavio Paz es el escritor más conocido de México aunque está lejos, muy lejos de ser el más leído.