Fue un infernal domingo de julio en 1997 la primera vez que me tocó cubrir profesionalmente unas elecciones. En ese entonces yo era un novato en la redacción de El Norte y cometí el error de tomarme demasiado en serio mi papel. Mis compañeros y editores, viejos lobos de mar del periodismo regiomontano con demasiados años de experiencia en las canchas del diarismo, me hablaron de la histórica responsabilidad de los comunicadores en la consolidación de la democracia.
Se planeó un macro operativo que incluía a todos los empelados de la Redacción y conste que estamos hablando de tres diarios distintos, varias ediciones semanales y un sin fin de editores, coeditores, reporteros, fotógrafos que conformaban el Ejército.
Yo estaba mentalizado para vivir un día inolvidable, una cobertura que requería mi máxima concentración y entusiasmo. La orden era estar antes de las 6:00 a.m. merodeando las casillas y reportar el más mínimo incidente.
Mucho antes del amanecer ya estaba yo en camino a la sede de la Edición La Silla, que sería mi base de operaciones desde el Sur de la Ciudad.
El resultado fue uno de los días más largos, calientes y agotadores de toda mi existencia. Me derretía de calor, lo que en Monterrey suena a pleonasmo tratándose de julio, aunque yo lo recuerdo como un día especialmente infernal y soporífero.
22 horas después, a las 4:00 de la mañana, todavía estaba yo en la Redacción viendo a los compañeros festejar el triunfo panista. Recuerdo la cabeza del lunes: “No es oficial...pero es Canales”.
Me fui a bañar a la casa y en la mañana ahí estaba de nuevo, agotado, destrozado, y atiborrado de tedio. Entonces aprendí una gran lección del periodismo: Los días electorales del México moderno, son el mayor monumento al aburrimiento. Son días largos, sosos, predecibles, carentes de la más mínima emoción o sorpresa.
En Baja California me ha tocado cubrir el histórico proceso del “cambio” en el 2000 y el triunfo de Elorduy en 2001. Ambos fueron días de absoluto aburrimiento. Mucha planeación, mucho trabajo anticipado, mucha concentración y muy poca noticia. ¿A quien le interesa la foto de un candidato votando? A mí no.
Este domingo habrá elecciones y por supuesto me tocará cubrirlas, lo que significa que me espera un domingo aburrido al extremo. Por lo pronto, voy a hacer un ejercicio. Desde ahora empezaré a escribir la nota, la crónica y la columna de ese día y puedo asegurarles que no tendré que cambiarle ni el 10%. Ya se lo que sucederá y como sucederá. Quienes van a ganar, que van a decir, quienes van a reclamar, que cosas van a impugnar. Monumento al tedio. Aquí no habrá noticia alguna, mucho menos sorpresas. – “Con un histórico nivel de abstencionismo que superó el 70%, los candidatos del Partido Acción Nacional se convirtieron en virtuales ganadores de las elecciones, toda vez que al cierre de esta edición llevaban una considerable ventaja sobre los candidatos del PRI”. Podríamos ir imprimiendo de una vez el periódico y el domingo no trabajamos. Ya sabe-mos lo que va a suceder. Que bajo ha caído la democracia hoy en día. Nunca antes, desde los tiempos de Perícles en Atenas, la democracia había sido tan imperfecta. tan ahuevante, tan intrascendente.
Se planeó un macro operativo que incluía a todos los empelados de la Redacción y conste que estamos hablando de tres diarios distintos, varias ediciones semanales y un sin fin de editores, coeditores, reporteros, fotógrafos que conformaban el Ejército.
Yo estaba mentalizado para vivir un día inolvidable, una cobertura que requería mi máxima concentración y entusiasmo. La orden era estar antes de las 6:00 a.m. merodeando las casillas y reportar el más mínimo incidente.
Mucho antes del amanecer ya estaba yo en camino a la sede de la Edición La Silla, que sería mi base de operaciones desde el Sur de la Ciudad.
El resultado fue uno de los días más largos, calientes y agotadores de toda mi existencia. Me derretía de calor, lo que en Monterrey suena a pleonasmo tratándose de julio, aunque yo lo recuerdo como un día especialmente infernal y soporífero.
22 horas después, a las 4:00 de la mañana, todavía estaba yo en la Redacción viendo a los compañeros festejar el triunfo panista. Recuerdo la cabeza del lunes: “No es oficial...pero es Canales”.
Me fui a bañar a la casa y en la mañana ahí estaba de nuevo, agotado, destrozado, y atiborrado de tedio. Entonces aprendí una gran lección del periodismo: Los días electorales del México moderno, son el mayor monumento al aburrimiento. Son días largos, sosos, predecibles, carentes de la más mínima emoción o sorpresa.
En Baja California me ha tocado cubrir el histórico proceso del “cambio” en el 2000 y el triunfo de Elorduy en 2001. Ambos fueron días de absoluto aburrimiento. Mucha planeación, mucho trabajo anticipado, mucha concentración y muy poca noticia. ¿A quien le interesa la foto de un candidato votando? A mí no.
Este domingo habrá elecciones y por supuesto me tocará cubrirlas, lo que significa que me espera un domingo aburrido al extremo. Por lo pronto, voy a hacer un ejercicio. Desde ahora empezaré a escribir la nota, la crónica y la columna de ese día y puedo asegurarles que no tendré que cambiarle ni el 10%. Ya se lo que sucederá y como sucederá. Quienes van a ganar, que van a decir, quienes van a reclamar, que cosas van a impugnar. Monumento al tedio. Aquí no habrá noticia alguna, mucho menos sorpresas. – “Con un histórico nivel de abstencionismo que superó el 70%, los candidatos del Partido Acción Nacional se convirtieron en virtuales ganadores de las elecciones, toda vez que al cierre de esta edición llevaban una considerable ventaja sobre los candidatos del PRI”. Podríamos ir imprimiendo de una vez el periódico y el domingo no trabajamos. Ya sabe-mos lo que va a suceder. Que bajo ha caído la democracia hoy en día. Nunca antes, desde los tiempos de Perícles en Atenas, la democracia había sido tan imperfecta. tan ahuevante, tan intrascendente.