El regreso a los antros
Sabbath bloddy sabbath- Carolina y yo fuimos a un antro. Hacía un buen rato, por lo menos algunos meses, que no salíamos a reventar. No significa eso que nuestro escaso tiempo libre lo pasemos en casa. De hecho somos bastante restauranteros y se nos puede ver con cierta frecuencia en la playa, pero lo de los antros había quedado en el pasado. Cuando recién llegamos a vivir a Tijuana en 1999, nuestra vibra antril estaba todavía en una etapa post adolescente. Pese a que la carga de trabajo y de gastos era mayor, casi todos los fines de semana acudíamos a la Plaza Fiesta (Ranas o puercos) Tiempo después, nuestras salidas fueron cada vez más esporádicas. El sábado, luego de cenar en un delicioso restaurante argentino cuya exietencia ignorábamos hasta ese día, decidimos caer a la Plaza. En parte por mi necedad de acudir a ver una tocada death metal al Quinto Patio. La cuestión es que entramos primero Porkis Place. Llegamos temprano, antes de las nueve y el lugar estaba semivacío. Toda nuestra vida nos había tocado abarrotado. Incríble, el mesero nos condujo hasta una mesa y se puso a nuestras órdenes. Me sentí un señor. Nos vieron cara de la pareja de casados que no escatimarán en gastos y propinas. El reencuentro con la cancha antril fue interesante. Cool, a gusto, aunque ya no lo concibo como un modo de vida para cada fin de semana. Para mi esposa, lo mejor fue el sincero gusto que tiene el Dj por The Smiths, banda de su absoluta predilección. Yo, pese a ser un metalero intolerante con una mente cerrada a otros géneros, disfruto con honestidad algunas expresiones británicas ochenteras. Mi debilidad no metalera siempre fue Duran Duran. También me agrada bastante Depeche Mode y disfruto a Peter Murphy, si bien prefiero por mucho a Bauhaus.
El Porkis nos agrada. En lo personal creo que no le iría nada mal quitar tanto Madonna y U2 y poner Sisters of Mercy, Cristhian Death y algo de Sex Pistols y The Damned. No creo que contrastara mucho con su estilo. Si hubieran tocado Lucretia my reflexion de los Sisters, me hubiera parado a bailar. Fuera de eso, tengo la firme teoría de que las caguamas poseen una menor carga piscoactiva que las botellas regulares. Con las caguamas me acabó de cansar de beber, como sui fuera una tarea, pero tampoco les hago el feo. Otra cosa que me agrada de Tijuana es que las chicas suelen bailar solas o entre ellas. Se ven bastante bien. Tras la experiencia porkeana, fuimos a la tocada metalera como a las 12:00, pero en honor a la verdad el sonido era pésimo y no aguantamos mucho. La cruda no fue muy castigadora y bastó un cafecito de olla para olvidarla.
El resumen, es que fue un sábado divertido y algo nostálgico, aunque me quedó demasiado claro que la marcha antrera dejó hace algún tiempo de ser una parte importante de nuestro tiempo libre. Y no podemos hacerla menos ni olvidarla. Después de todo, nuestro reencuentro definitivo, el que derivó en matrimonio, fue en una noche de antro en el Café Iguanas de Monterrey. De no ser por el espacio de convivencia que ofrece el antro, nuestro reencuentro y por tanto nuestro matrimonio hubiera sido improbable. Después de todo, un casual encuentro antril sí puede cambiar una vida para siempre. Vaya que sí. Vale la pena no olvidarlos.
Sabbath bloddy sabbath- Carolina y yo fuimos a un antro. Hacía un buen rato, por lo menos algunos meses, que no salíamos a reventar. No significa eso que nuestro escaso tiempo libre lo pasemos en casa. De hecho somos bastante restauranteros y se nos puede ver con cierta frecuencia en la playa, pero lo de los antros había quedado en el pasado. Cuando recién llegamos a vivir a Tijuana en 1999, nuestra vibra antril estaba todavía en una etapa post adolescente. Pese a que la carga de trabajo y de gastos era mayor, casi todos los fines de semana acudíamos a la Plaza Fiesta (Ranas o puercos) Tiempo después, nuestras salidas fueron cada vez más esporádicas. El sábado, luego de cenar en un delicioso restaurante argentino cuya exietencia ignorábamos hasta ese día, decidimos caer a la Plaza. En parte por mi necedad de acudir a ver una tocada death metal al Quinto Patio. La cuestión es que entramos primero Porkis Place. Llegamos temprano, antes de las nueve y el lugar estaba semivacío. Toda nuestra vida nos había tocado abarrotado. Incríble, el mesero nos condujo hasta una mesa y se puso a nuestras órdenes. Me sentí un señor. Nos vieron cara de la pareja de casados que no escatimarán en gastos y propinas. El reencuentro con la cancha antril fue interesante. Cool, a gusto, aunque ya no lo concibo como un modo de vida para cada fin de semana. Para mi esposa, lo mejor fue el sincero gusto que tiene el Dj por The Smiths, banda de su absoluta predilección. Yo, pese a ser un metalero intolerante con una mente cerrada a otros géneros, disfruto con honestidad algunas expresiones británicas ochenteras. Mi debilidad no metalera siempre fue Duran Duran. También me agrada bastante Depeche Mode y disfruto a Peter Murphy, si bien prefiero por mucho a Bauhaus.
El Porkis nos agrada. En lo personal creo que no le iría nada mal quitar tanto Madonna y U2 y poner Sisters of Mercy, Cristhian Death y algo de Sex Pistols y The Damned. No creo que contrastara mucho con su estilo. Si hubieran tocado Lucretia my reflexion de los Sisters, me hubiera parado a bailar. Fuera de eso, tengo la firme teoría de que las caguamas poseen una menor carga piscoactiva que las botellas regulares. Con las caguamas me acabó de cansar de beber, como sui fuera una tarea, pero tampoco les hago el feo. Otra cosa que me agrada de Tijuana es que las chicas suelen bailar solas o entre ellas. Se ven bastante bien. Tras la experiencia porkeana, fuimos a la tocada metalera como a las 12:00, pero en honor a la verdad el sonido era pésimo y no aguantamos mucho. La cruda no fue muy castigadora y bastó un cafecito de olla para olvidarla.
El resumen, es que fue un sábado divertido y algo nostálgico, aunque me quedó demasiado claro que la marcha antrera dejó hace algún tiempo de ser una parte importante de nuestro tiempo libre. Y no podemos hacerla menos ni olvidarla. Después de todo, nuestro reencuentro definitivo, el que derivó en matrimonio, fue en una noche de antro en el Café Iguanas de Monterrey. De no ser por el espacio de convivencia que ofrece el antro, nuestro reencuentro y por tanto nuestro matrimonio hubiera sido improbable. Después de todo, un casual encuentro antril sí puede cambiar una vida para siempre. Vaya que sí. Vale la pena no olvidarlos.