Libros hay que solo con la paternidad puedes dimensionar y sentir hasta el extremo. Quizá el máximo ejemplo sea La carretera de Cormac McCarthy. Lo leí cuando Iker tenía un año y marcó un umbral en mi camino como lector. Entonces caí en cuenta que ser papá transforma también tu manera de asimilar lecturas (bueno, transforma absolutamente todo para ser honesto). Con la llegada del otoño estoy a las puertas de otro libro de paternidad. Es posible que conozcas a Nathaniel Hawthorne por La letra escarlata, pero Veinte días con Julian y Conejito es una pieza rara en su obra, muy poco conocida hasta la fecha. Yo supe de su existencia por Paul Auster, pero nunca había tenido el libro en mis manos. Se trata de un simple diario doméstico en donde Nathaniel narra los días del verano de 1851 en que se quedó solo con su hijo Julian, de cinco años de edad, en una casa de campo en Massachusetts. Su esposa Sophia y sus hijas Una y Rose se van de viaje a Boston y el escritor se queda solo con su cincoañero. Algo sé yo de este tipo de convivencias. El pequeño Julian, -que por si fuera poco tiene rizos ingobernables- acribilla a papá con mil y un preguntas y corre dando saltitos. Creo que hasta antes de Hawthorne nunca un escritor se había retratado a sí mismo como papá en una dimensión tan sencilla, tan cotidiana y a la vez tan profunda. He empezado a leer el libro solo para reparar en que puede ser 1851 o 2015 y el compañero de juegos puede ser un iPad o un conejo pero la aventura de un cincoañero que se come el mundo es universal y eterna.
Sunday, October 11, 2015
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