El Ñato en la ruta
El
impacto tiene una doble intensidad
cuando un mastodonte de fierro como un tráiler impacta a un vehículo
pequeñito. Para el chofer del tráiler es apenas una sacudida, algo no muy
distinto de lo que se siente impactar a un perro. Para los tripulantes del
Renault, en cambio, aquello es el Apocalipsis. Es muy posible que el chofer
haya tenido una fracción de segundo para alcanzar a ver al Renault y haya
alcanzado a meter el freno cuando el impacto era ya inminente. Acaso logró
amortiguar un poco el golpe pero no evadir el choque. Hay un latigazo de
adrenalina que sin duda sacude a todos los choferes de maquinaria pesada cuando
han impactado a un vehículo menor. El chofer no está herido, ni golpeado, pero
está viviendo uno de los peores momentos de su vida en el instante en que ve el
frente del Renault destrozado. “Mierda, la pucha, la puta que los parió”,
pudieron ser sus expresiones. “Ya me cargó la chingada”, habría pronunciado de
haber sido un chofer mexicano. Lo peor es que en el asiento del conductor del
carrito destrozado hay un anciano que está inconsciente. ¿Está muerto? Para
cualquier abuelo del mundo debe ser difícil sobrevivir al impacto de un
tráiler. Hay también un par de mujeres
que lloran a grito pelado. En un primer momento el chofer maldice, mienta
madres y afirma para sus adentros que no
se debe permitir conducir a los ancianos, sin reparar en que él mismo ya no es
un joven. Maldice su suerte y se resigna a la cruz de lo inevitable en el
primer accidente de su carrera al volante. En ese preciso momento Víctor o
Walter Hugo ignora que su víctima tiene licencia de instructor de manejo y que
hasta hace muy poco tiempo se ganaba la vida enseñando a conducir, pues fue
dando clases a bordo de un auto-escuela como conoció a su esposa, 46 años más
joven que él, quien viaja en el automóvil y está herida. El chofer también
ignora que ese anciano que yace sobre el tablero del humilde Renault, llegó a
peinar carreteras italianas conduciendo un Ferrari a velocidades muy superiores
a las permitidas en cualquier parte del mundo. En ese momento tampoco sabe que
el accidente provocado por él dará la vuelta al mundo, pero no como titular de
sucesos policiales, sino de las secciones deportivas. El chofer no sabe que acaba de impactar a una
leyenda, al último sobreviviente de una gesta heroica elevada a la categoría de
mito. Víctor o Walter Hugo no sabe que ese anciano, quien se debate entre la
vida y la muerte, se llama Alcides.
Alcides Edgardo “El Ñato” Ghiggia.