Brevísimo fragmento de una historia aun inconclusa llamada Días de whisky malo
Casi todo lo que sucede en Bighorn Woods sucede en el Buffalo Belly y lo que no sucede ahí, sucede en el lago. No exagero si digo que tres cuartas partes de los primogénitos nacidos en Bighorn Woods fueron concebidos en los asientos de las trocas estacionadas a la orilla de ese lago de pasiones prohibidas. Oficialmente al lago se va a pescar truchas o a escopetear patos, aunque al final del día, para fortuna de los peces y los patos, matarlos se vuelve lo menos importante. En mis buenos tiempos lo emocionante empezaba cuando se encendían las fogatas, se destapaban las cervezas y ya entrada la noche, el porro encendido empezaba a pasar de mano en mano mientras las parejas se iban en busca de rincones oscuros. Por pura ley de la probabilidad, nueve de cada diez jóvenes de Bighorn Woods bebimos nuestra primera cerveza, fumamos nuestro primer porro y tuvimos nuestra primera cogida a la orilla de ese lago. Aquel sitio era el santuario de la virginidad perdida, un rompedero en serie de hímenes adolescentes.