Nada más difícil de borrar que el estereotipo y la fama pública. Lo mismo aplica para las personas que para las ciudades. El estereotipo se basa a menudo en imágenes preconcebidas por encima de realidades cotidianas y datos duros. Casi todo estereotipo es en esencia una exageración, una caricatura. Sin embargo, aunque las estadísticas se encarguen de mostrar que la fama pública a menudo tiene poco que ver con la verdad, las leyendas suelen inmortalizarse en el imaginario colectivo. Por ejemplo, conozco demasiadas personas que siguen imaginando a India como una tierra de encantadores de serpientes, príncipes sobre elefantes y leprosos bañándose en el Ganges y no como un país que produce más películas que Hollywood y es punta de lanza en informática. Bajo esa óptica generalizadora, Guadalajara no deja de ser nunca una ciudad de mariachis tequileros, Monterrey no supera su condición de rancho grande de avaros broncos y Puebla carga a cuestas su imagen de nido de mojigatos y reaccionarios. Conste que son solo tres ejemplos, pero podrían ser muchos más. En ese sentido, nos guste o no, en Tijuana seguimos cargando a cuestas nuestra negra leyenda y nuestra condición de ciudad de pecado. Comparativamente, no creo que haya en Tijuana más giros negros ni más personas dedicadas a la prostitución que en una urbe latinoamericana promedio, sin embargo cada que me toca recibir a algún visitante que viene por vez primera a la ciudad, lo que desean es satisfacer el morbo y conocer nuestra internacionalmente célebre Calle Coahuila y ver a los migrantes amontonarse en el Bordo. A la fecha, nadie me ha pedido que lo lleve a ver las líneas de producción de televisores o la tecnología médica que se genera por estos rumbos. En este momento, tal vez nuestros mejores embajadores sean Nortec y la cocina Baja Mediterráneo que de una u otra forma han exportado el espíritu y la vibra de la nueva Tijuana. Fuera de ello, el concepto popular sigue aferrado a la Tijuana de la década de la ley seca. Un reportaje sobre la migración infantil publicado este domingo en un diario tan respetable como El País de España, me hizo ver que pese a nuestros esfuerzos por mostrarle al mundo otra cara, el estereotipo sobrevive. Una frase de dicho reportaje me pareció demoledora: “Tijuana para millones de personas no es más que un punto y seguido, una estación solitaria entre dos destinos. Hay algo de fracaso en perpetuarse aquí”. El reportaje habla de coyotes, gringos borrachos y prostitutas y la descripción que de nuestra ciudad hace, no es muy distinta de la que haría la prensa sensacionalista estadounidense. Los años pasan, la ciudad crece y se transforma, pero el estereotipo sobre Tijuana persiste. A veces pienso que somos los únicos aferrados a negarlo, cuando con un poco de imaginación (y espero no me mal interpreten) podríamos sacarle algún provecho. En fin, el espacio se acaba, pero continuaremos tratando el tema en el próximo número.
Wednesday, October 31, 2012
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