Eterno Retorno

Sunday, February 26, 2012





El inicio de los 90 es un periodo híbrido. La juventud baila sobre los escombros del Muro de Berlín y el Viento de Cambio inmortalizado en la melcochona balada de los Scorpions recorre el mundo. El problema es que bajo los escombros, la juventud sólo encuentra el beso del neoliberalismo a ultranza, un capitalismo cada vez más salvaje, mordelón y descarado. Sin demasiadas ideologías ni sueños para poder embriagarse, en el racimo de uvas de la última década del milenio no hay ira ni confort y queda tan solo una suerte de nihilismo pop. Inmerso en esa ensalada nihilista con místicas reliquias sesenteras, patadas punketas prófugas del 77 y nacientes gruñidos grunchys en un mundo que no sabe exactamente lo que comunica su rostro al mirarse en el espejo, fue que te enamoraste


En términos de usos y costumbres, un noviazgo en 1991 es mucho más parecido a un noviazgo de 1971 que a uno del 2011. Aunque a ti el 71 te resulta una era tan lejana como la paleozoica, la realidad es que quienes fueron adolescentes en la época en que tu madre comenzó a leer los poemas del Rey Lagarto, tienen más similitud con los jóvenes que empiezan a comerse el mundo al inicio de los años 90, al menos muchos más puntos en común que los que encontrarías, si intentaras compararte, con un adolescente de la segunda década del Siglo XXI. Los novios del 71 y los novios del 91 se hablan por teléfono a sus casas, se escriben cartas en papel y mandan revelar sus respectivas fotos contenidas en rollos de 28 imágenes. Comparten su música prestándose discos y grabándose casetes. Cierto, en los 90 ya es popular el cd pero aún faltan años para los iPods y entre prestarse un vinilo o un disco compacto o grabarse un casete, es mucho más parecido a bajar una tarde cualquiera 200 canciones de la mula. Los valores y costumbres sufrirán también transformaciones, pero la capacidad de volverte absolutamente loco mientras contemplas o escuchas a la chica de tus sueños es exactamente la misma. Hasta donde se tiene entendido, no hay estudios que demuestren una modificación sustancial en la producción de endorfinas y en la calidad de las mismas.