Eterno Retorno

Tuesday, November 08, 2011



PINTANDO UN MUNDO PARA IKER

Por Daniel Salinas Basave

Tengo un hijo próximo a cumplir dos años que se llama Iker y es la razón de mi vida. Verlo correr y emocionarse al contemplar el mar, los trenes, los camiones o la luna, me hace redescubrir y reinventar el sentido de la existencia y su infinito misterio. La vida vale la pena ser vivida en la medida que él la va descubriendo. También me hace reflexionar demasiado sobre el mundo en el que va a vivir cuando sea mayor. Hemos machacado hasta la saciedad la frase aquella del mundo que heredaremos a nuestros hijos y aunque sin duda el deseo de un mundo mejor va incluido en nuestro testamento, lo único que puedo asegurarle casi con total certeza, es que ese universo que dejaremos en herencia será un sitio radicalmente distinto al que ocupamos actualmente. Vaya, el mundo que heredamos de nuestros padres y nuestros abuelos no se transformó tan radicalmente como se transformará el mundo que heredaremos a nuestros hijos. Las reglas del juego que enfrentará Iker no se van a parecer en absoluto a las que nos toca enfrentar a nosotros ahora. La Historia es una bestia rejega, caprichosa e indomable. Algunos han querido hacer de ella una ciencia exacta y sujetarla a leyes de probabilidad que irremediablemente fallan. Aunque sujeta a cierta lógica, la Historia al final prefiere siempre un poco de caos, por lo que jugar a ser Nostradamus suele ser un pésimo negocio. No es complejo de profeta, pero al mirar nuestro entorno, surge una racional certeza y una sentimental corazonada de estar cruzando un umbral en la Historia. Una era está muriendo, pero aun no nos queda claro cuál es la era que nace. Para Francis Fukuyama, el colorín colorado de la Historia eran las democracias del libre mercado, sujetas a las leyes políticas y económicas de la oferta y la demanda. Hoy, tenemos hartas señales en el planeta entero como para concluir que estamos frente a un modelo económico agotado, podrido, caduco y también podemos concluir que nuestra elitista, cara e ineficaz democracia está lejos de ser un gobierno de las mayorías. A menudo los seres humanos no somos capaces de intuir o darnos cuenta que estamos siendo actores en el cruce de un umbral de la Historia. Cierto, a lo largo de los siglos ha habido cientos de generaciones que nacen y mueren sin contemplar cambios significativos en su entorno y unas cuantas generaciones a las que les toca traspasar una frontera entre una era y otra. En la antigüedad, el paso entre las eras podía llevar siglos. Transcurrieron varios cientos de años para que los nómadas recolectores y cazadores fueran minoría frente a los agricultores sedentarios que empezaron a edificar pueblos y ciudades. Tal vez el umbral histórico más radical y vertiginoso que vivió la humanidad, fue el salto entre el final de la Edad Media en el Siglo XV y el inicio del Renacimiento o Edad Moderna en el Siglo XVI. Una persona nacida en Europa occidental en 1450, vivía en un mundo aun feudal, hermético, dividido en reinos, con una Iglesia Católica todo poderosa, con un Imperio Romano de Oriente aun vigente en Constantinopla y con una cosmovisión de un planeta plano con abismos oceánicos y monstruos marinos. Una persona nacida 70 años después, digamos en 1520, había nacido en un mundo con imprenta, con un nuevo continente en el entorno, con estados nacionales sustituyendo a los reinos, con una iglesia en plena guerra de reforma, con un Imperio Romano de Oriente dominando por los turcos, con nuevas rutas de navegación y comercio, con obras como Utopía de Moro o El Príncipe de Maquiavelo intentando traducir un mundo nuevo. Lo mismo podría aplicar entre alguien nacido en 1785 y alguien nacido en 1820. Sus mundos apenas tienen que ver. En nuestro mundo, en el mundo de nuestros padres y en el de nuestros abuelos, el dólar era la gran moneda planetaria, la divisa soporte de la economía mundial. En el mundo en el que nació Iker, el dólar estaba herido, sangraba y se desvanecía. En el mundo en el que nacimos, Estados Unidos y su modelo político-económico era todo poderoso e incuestionable y las democracias del libre mercado se exportaban al planeta entero. Hoy, millones indignados sin vela en el gran pastel del mundo demuestran que la democracia nunca había estado tan lejos de la justicia social. ¿Cuál será el orden socioeconómico que enfrentará Iker? La Historia es impredecible, porque a menudo las fuerzas de la naturaleza influyen en el final de una era y el nacimiento de otra. Un gran cataclismo, una gran sequía, una glaciación, una peste devastadora, son agentes de cambio junto con una guerra entre naciones o una revolución, aunado a algún descubrimiento científico. El final de una era nunca llega solo. La generación que cruza un umbral de la Historia a menudo mira desde la distancia a la generación anterior y se ríe de su absurdo. Yo solo deseo que desde una posición ventajosa, Iker se ría mucho de las grandes contradicciones de la era en que le tocó nacer; la era donde los países quebrados rescataban a los banqueros causantes de su quiebra con la infalible receta de sacrificar más a los pobres defraudados. La era donde se hablaba de paz inventando guerras; donde se hablaba de razón mientras invocaban dioses y charlatanería apocalíptica; la era donde se hablaba de tolerancia y ecuanimidad mientras millones de ojos se deleitan con morbo ante un teatro del horror videograbado. La era de la democracia del marketing y los becerros de oro digitales. Ojalá Iker pueda reírse de esta era que termina y vivir en un mundo un poco más coherente.