Eterno Retorno

Thursday, February 12, 2004

Victoria Secret

No puedo evitarlo. Invariablemente me cohíbo cuando entro solo y mi alma al Victoria Secret de Horton Plaza. Cuando voy acompañado de Carolina no hay problema, pues de una u otra forma su compañía justifica mi presencia. ¿Pero qué hace un hombre solo en una tienda de ropa interior para dama? Porque toda la clientela, obvia decirlo, es del sexo femenino. Luego entonces, debo verme un poco extraño seleccionando ropa de ese tipo. Pero resulta que debo ir solo, pues de otra forma el regalo para mi esposa no sería una sorpresa.
Y sí, anden, pueden decirlo: Ahí va este pinche consumista víctima de las campañas comerciales del Día de San Valentín. Y sí, resulta que para nosotros el 14 de febrero es una fecha en verdad especial que todos los años celebramos. Pero no porque los comerciantes nos hayan señalado que es el día del amor. Eso nos vale un carajo en realidad. Pero resulta que un 14 de febrero de 1999 empezamos a vivir juntos. No elegimos el día. Simplemente ese día nos entregaron nuestro depa ubicado en las céntricas calles de Zaragoza y Espinoza en Monterrey. Sin la más mínima ceremonia de despedida, saqué las cosas de la casa de mis padres y a partir de esa noche nunca más hemos vuelto a separarnos. Luego entonces, tenemos motivos de sobra para festejar. Para nosotros el 14 de febrero es el auténtico Día del Amor y como tal lo celebramos. Y ya se ha hecho tradición que previo a ese día, suelo comprar un re-galo de esa tienda, pagando el costo de verme rarísimo, despertando las sospechas de más de una doña mal pensada que sin duda dirá: ¿Y a poco este degenerado querrá la ropa interior para él?



Leo en el blog del Tiburón 3 su despedida de Monterrey, a la que abandona para retornar a su natal Veracruz. No puedo evitar una ráfaga de nostalgia. la historia de mi vida ha sido la de mis auto exilios de Monterrey. Dejar la ciudad, dejar atrás, decir adiós sin volver la mirada. Recuerdo la noche del 16 de diciembre de 1988 cuando un camión salió de la central de autobuses de Avenida Colón rumbo al Distrito Federal. Mi primer gran exilio de cuatro años para vivir mi adolescencia en la Gran Tenochtitlán. Y mi vida cambió. Recuerdo el 29 de junio de 1996. Trás una noche de excesos en Café Iguanas, Coco Loco y Esquizo, me fueron a dejar al aeropuerto y todavía ebrio subí al avión que que me llevaría a Houston y después a Boston. Un breve exilio de medio año que fue capaz de transformar para siempre mi existencia. Y como olvidar ese 18 de abril de 1999, cuando cargado de maletas, pendientes y olvidos que sepultaron la nostalgia me largué para siempre de ahí para venir a radicar a esta querida Tijuana. Y no, no digo de esta agua no beberé, pero todo hace indicar que el tercer exilio fue para siempre.