Caracoles escargot
Para celebrar nuestro quinto aniversario, Carol y yo fuimos a Le Costeau, un restaurante francés en Rosarito que está para chuparse los dedos. Le Costeau (O Le costó un ojo de la cara, pues no es barato el changarro) nunca nos ha defraudado. Fieles a la costumbre, pedimos como aperitivo un plato de caracoles escargot. Estos caracolitos bañados en mantequilla y ajo son un verdadero homenaje al paladar, máxime si se le combina con un buen cabernet. Como mera aportación cultural debo decir que en el Sótano Suizo también los sirven a un precio similar (90 pesos o por ahí) y son igualmente deliciosos. La cuestión es que justo hoy por la mañana, Carolina se enfureció al ver que alguien había tenido a bien comerse una de las flores que recién han brotado en nuestras macetas del frente. Y he ahí que descubrió al voraz depredador de los retoños primaverales: Un impertinente y gordo caracol que se regodeaba en la maceta. Carol lo retiró de la maceta y le ofreció un exilio digno en el jardín, no sin antes advertirle que no seríamos tan benévolos en caso de reincidencia. Y es que justo se nos ocurrió que en nuestro jardincito tenemos la materia prima para prepararnos unos deliciosos escargot y de inmediato mi mente golosa se imaginó al caracolito bañado en mantequilla y ajo: Mmmm. Se me hace que me convertiré en un genocida de caracoles y si estos moluscos no optan a tiempo por el exilio voluntario, ya sabemos que cenaremos el próximo fin de semana. Conste que lo advertí.
Para celebrar nuestro quinto aniversario, Carol y yo fuimos a Le Costeau, un restaurante francés en Rosarito que está para chuparse los dedos. Le Costeau (O Le costó un ojo de la cara, pues no es barato el changarro) nunca nos ha defraudado. Fieles a la costumbre, pedimos como aperitivo un plato de caracoles escargot. Estos caracolitos bañados en mantequilla y ajo son un verdadero homenaje al paladar, máxime si se le combina con un buen cabernet. Como mera aportación cultural debo decir que en el Sótano Suizo también los sirven a un precio similar (90 pesos o por ahí) y son igualmente deliciosos. La cuestión es que justo hoy por la mañana, Carolina se enfureció al ver que alguien había tenido a bien comerse una de las flores que recién han brotado en nuestras macetas del frente. Y he ahí que descubrió al voraz depredador de los retoños primaverales: Un impertinente y gordo caracol que se regodeaba en la maceta. Carol lo retiró de la maceta y le ofreció un exilio digno en el jardín, no sin antes advertirle que no seríamos tan benévolos en caso de reincidencia. Y es que justo se nos ocurrió que en nuestro jardincito tenemos la materia prima para prepararnos unos deliciosos escargot y de inmediato mi mente golosa se imaginó al caracolito bañado en mantequilla y ajo: Mmmm. Se me hace que me convertiré en un genocida de caracoles y si estos moluscos no optan a tiempo por el exilio voluntario, ya sabemos que cenaremos el próximo fin de semana. Conste que lo advertí.