Estoy leyendo una novela prototípica e intencionalmente gótica. Lo interesante es que fue escrita en 1998. Se llama Las Piadosas y su autor es Federico Andahazi. Sobre este argentino yo tenía algunos prejuicios (como ya he confesado anterior-mente, estoy lleno de prejuicios literarios y eso me ha hecho mucho daño) Lo mismo me pasaba con Patrik Sünskind. Los consideraba piezas de escaparate. Después de leer El Anatomista decidí seguirle la pista al autor y he aquí que estoy realmen-te embriagado con su pieza gótica. Aunque tiene un par de errorcillos (Hablar de las Desventuras del Joven Werther como un libro antiguo en pleno Siglo XVIII y una contradicción irrelevante en un párrafo) la novela es más que aceptable. Es difícil apostarle a ser un gótico solemne sin causar risa. Andahazi lo logra.
La literatura gótica no podría existir sin la anticipación del horror y esa manía por la premonición solemne. Lo más horro-roso e infernal no es lo que se está leyendo, sino lo que está por venir, lo que se oculta al otro lado de la página como un ,morador de sombras. Confieso que poniendo un poquito de mi parte con una pequeña dosis de autosugestión, el libro es ca-paz de ponerme lúgubre.