Tal vez la muerte que ya viene a buscarme es una parca española
¿El fin del mundo y un
despiadado país de las maravillas? No lo sé, pero cuando duermo en la cama de Ikercho
siempre tengo sueños rarísimos, vívidos, con esencia de viaje astral. De pronto
creo estar solo dormitando y salgo por la ventana o atravieso la pared como un
fantasma y entonces es como si nuestra casa fuera tan solo un cuarto de hotel,
una habitación yaciente en la inmensidad de un gran conjunto habitacional. Recuerdo
sobre todo pasillos, oscurísimos pasillos, deshumanizados jardines y edificios
y por alguna razón aquello era Japón pero era también una perpetuación del
cuarto de Ikercho y una Mátrix murakamiana. En cualquier caso, la red
duermevelera está llena de agujeros y el atrapasueños es un fraude porque
últimamente nomás no puedo pescar nada por más intensos que los sueños se hayan
tornado. Pero insisto: esto del despiadado país de las maravillas fue un pinche
viajesote black trip astralucinado.
Los vívidos trips duermeveleros me llevan a aquella churrasquísima película ochentera de El Auto. ¿La recuerdas? Un carro negro conducido por el mismísimo Diablo. Al parecer el auto nos perseguía por la rampa Otay, pero no era muy difícil burlarlo dando unos cuantros giros radicales en una rampa postalera típicamente tijuanesca
Tal vez la muerte que ya viene
a buscarme es una parca española, porque en cualquier caso está llegando tarde,
muy tarde. O acaso es alemana o japonesa y vendrá con obscena puntualidad a
buscarme en una mañana como esta, tal vez hoy mismo. ¿Por qué no? Ritual de
taquicardias y sueños interrumpidos por la enésima meada de la noche
Así se siente el fin del viaje,
vacío visceral de mares y especies.