Estas fotos son del 21 de abril de 1999, el primer cumpleaños que pasé junto a Carol De Hoyos. Desde entonces hemos estado juntos en todos los abriles. Hoy, estas cosas pienso después de darle otra vuelta al Sol.
1- Conforme voy creciendo reparo en que Gardel tuvo muchísima razón: sí, es un soplo la vida y veinte años no es nada. Son apenas una ráfaga de viento. Convertirte en adulto significa acelerar la historia. La infancia es el único tiempo calmo de la vida, cuando los días corren lentos y un año significa eternidad. Hoy los días son destellos, simples suspiros y los años pasan a la velocidad de semanas. Me asusta la naturalidad con la que cuento anécdotas de hace dos décadas como si fueran recientes. La existencia tiene prisa.
2- La mitad del camino de la vida de la que habla Dante o la línea de sombra de Conrad, las he dejado atrás. Cumplí 44 pero no voy a vivir 88, o al menos no estoy haciendo ningún mérito para llegar a esa edad, así que el medio tiempo de este juego ya ha pasado. Hoy estoy más cerca de la muerte que del nacimiento.
3- Ser adulto ha sido muy chingón. En mi adolescencia pensaba que la vida solo era disfrutable en la juventud, que la adultez sería una descomunal piedra de Sísifo y que nada bueno podía pasarme después de los 30 años. Simplemente me equivoqué. La última década ha sido por mucho la mejor y la que más he disfrutado, empezando por la llegada de Iker. De no haber vivido estos últimos años me habría perdido de muchísimo. Tan simple como que hoy soy más libre que a los 18.
4- He aprendido a dimensionar y atesorar la fugacidad de los instantes. Lo más fascinante es que somos efímeros y que cada pequeña ráfaga de amor y felicidad es irrepetible y por eso mismo, eterna.
5- Fuera de los inocultables kilos, tampoco creo haber cambiado tanto. Si platicabas conmigo hace 20 años y platicas este día no encontrarías diferencias significativas. Me apasiona lo mismo. Hace dos décadas me bebería una cerveza y te hablaría, como ahora, de libros, de viajes, de heavy metal, de los Tigres. Tal vez soy menos rabioso y peleonero, menos aferrado a tener siempre la razón y provocar, ligeramente más soportable, aunque tampoco crean que tanto.
6- En donde más se nota la edad es en las facturas que debes pagar el día después. Puedes beber tan a gusto como hace 20 años, pero pagas una cruda cada vez más cara. Lo mismo pasa con las desveladas y los viajes. Sigo siendo un mochilero hormonal, pero el kilometraje ya cuesta.
7- Sigo sin tener un dios y sin embargo me siento bendecido. No tengo a quién rezarle, pero siempre siento la necesidad de agradecer. Gracias es una palabra omnipresente en mi pensamiento y en mi vocabulario. Si hoy fuera mi último día de vida, para el mundo y para quienes me han acompañado en este camino solo tendría gratitud. Gracias cabrones. Les juro que ha valido la pena vivir estos 44.
Monday, April 23, 2018
<< Home