El más elevado concepto de vacaciones, es un celular apagado
Hace unos días acudí a una conferencia sobre Alzheimer en Mexicali y reparé, una vez más, en el horror que le tengo al olvido. Tal vez porque considero que el patrimonio de mi vida son los recuerdos o aquello que creo recordar. Mi tesoro son los difusos fantasmas que yacen en ese disco duro, tan dado a la tergiversación y el maquillaje. Todo aquello que construyó el edificio de mi memoria, el que se derrumbará sin clemencia como castillo de arena mojada, el que se apagará como una vela en el mar. Todas esas horas de carretera y esos atardeceres desperdiciados; todos esos pasos dados sobre calles sin nombre con la cabeza en la luna. Todo eso es polvo en la noche, llama que se apaga.
Ten cuidado con lo que deseas. A esa frase le ha dado por dar vueltas en mi cabeza como un mantra.
Desde un tiempo para acá paso mi vida recorriendo los lugares donde habitan los más pobres de los pobres. Anárquicas viviendas en escarpadas pendientes de Tijuana o en ardientes planicies sin sombra en Valle de Mexicali. La topografía y el clima pueden llegar a ser contrastantes, lo mismo que el material de construcción, pero hay algo que hermana a estas viviendas: la redonda antenita azul en el techo. Ve Tv, puede leerse en el plato, Ver Tv y beber licores malos o buscar a Cristo en algún evangelio usurero. Esas son las alternativas de los pobres. En cualquier caso, en vivienda de lámina, llanta o cartón, la tele está siempre encendida. Mira el paisaje de los cerros y cañadas tijuanenses y cuenta cuántas antenas puedes ver sobre esos techos desvencijados que no pueden con su alma. Viendo el paisaje de un país poblado de antenitas azules sobre tejados de cartón, es entendible y hasta lógico que una basura humana como Peña Nieto vaya a ser quien gobierne a este país de teleadictos. La televisión ha decidido que esa basura humana ha de gobernarnos y nosotros ya no podemos hacer nada al respecto más que resignarnos. A veces, es imposible no sentir un profundo asco. Alguna vez detesté a López Obrador, pero nada se compara con la repulsión que me inspira un Peña Nieto o un Rodrigo Medina.