Felicidades Ciudad de Monterrey
Un día como hoy, hace 408 años, el señor Don Diego de Montemayor enterró su espada a la orilla del Ojo de Agua de Santa Lucía. Con la encomienda virreinal de colonizar las 200 leguas que comprendía el Nuevo Reino de León y con una tropa de potosinos y saltillenses, el señor Montemayor fundó la ciudad que cuatro siglos después sería la más progresista, trabajadora y rica de todo México: Monterrey.
Aunque es una ciudad con 408 años de edad, la verdad es que Monterrey es bastante joven, pues su auge económico surge en el porfiriato, bajo la gubernatura de Bernardo Reyes. La fundación de la Cervecería, la Fundidora y la Vidriera fueron el detonante que impulsó el boom regiomontano. En ese sentido Monterrey es una ciudad del Siglo XX. Siendo realistas, el peso histórico de Monterrey en el marco nacional durante el Virreinato y el Siglo XIX fue por demás discreto. Se recuerda claro la heroica defensa contra las tropas de Taylor en 1846 (a la que nuestro amigo el Sueco por cierto se permite restar méritos) También el desaire del Gobernador Santiago Vidaurri contra Juárez en 1864. Sepa el lector que el cacique Vidaurri le negó la entrada al Carruaje Presidencial en donde Juárez viajaba con el Tesoro y el Gabinete. Sin embargo, Monterrey era en aquel entonces una ciudad más pequeña incluso que Saltillo. Su desarrollo a partir de 1895 fue aceleradísimo y de ser un simple villorrio norteño, se transformó en la sede de la Revolución Industrial Mexicana. Hoy la economía mexicana sería inconcebible sin las industrias regias que son en gran medida las que mantienen funcionando a este país.
En el plano personal, reflexiono sobre lo tormentosa que ha sido mi relación con mi ciudad natal. Digamos que ha sido una suerte de matrimonio conflictivo, pues aunque encarno muchos de los valores y la mística regia, he de confesar que muchísimas veces me sentí absolutamente forastero en sus calles que tan bien conozco.
Mi relación con Monterrey es difícil. Mi ciudad me ha parecido las más de las veces hostil hacia mi persona. Empezando por la soberana mentada de madre que es su clima y concluyendo con los usos y costumbres de una sociedad clasista atiborrada de complejos aristocráticos obsesionada por los apellidos, la pertenencia a círculos selectos y la competencia económica.
Sin embargo, siempre estará ahí el influjo seductor de sus montañas, majestuosos guardianes, omnipresentes en mi existencia. En Monterrey uno se siente de una u otra forma resguardado por nuestras murallas montañosas. Monterrey es una ciudad ideal para la práctica del ciclismo (el deporte que más he practicado en mi vida) y es por mucho y sin discusión la urbe en donde se vive el futbol con mayor pasión e intensidad en todo el país. El regio es un aficionado fiel como ninguno y un verdadero conocedor de futbol. También extraño sus múltiples expresiones musicales. Las noches de música clásica inundando la Explanada de los Héroes, la costumbre de tomar el fresco y la cerveza en los solares de las casas, el olor de la carne asada el sábado por la noche.
He vivido en tres diferentes ciudades de este país, México DF, Monterrey y Tijuana y puedo asegurar con conocimiento de causa que la formalidad laboral y profesional del regio es inigualable. Debo confesar que en un principio me costó adaptarme al valemadrismo e informalidad tan propios del tijuanense.
Sin embargo hoy en día estoy más que adaptado y hecho a las costumbres de Tijuana, ciudad en la que soy muy feliz, si bien mi esposa y yo aún conservamos mucho del espíritu regio. Previsores con el dinero, ahorradores y muy trabajadores ante todo. Para muestra hoy: Con una cruda que ni Satanás me cura, producto de los casilleros del Diablo y las cervezas que amablemente nos invitó nuestro amigo PG Beas excediendo por mucho el compromiso de su apuesta, he aquí que estoy en píe desde las 7:00 de la mañana y tuve que cubrir una maratónica gira con el Presidente Fox. ¿Por qué soy tan responsable?
Tijuana vive su presente. Monterrey se obsesiona con la planeación del futuro.
Yo elegí Tijuana para vivir. Me autoexilié aquí y es posible que aquí viva por siempre. Nunca digo de esta agua no beberé, pero es poco probable que algún día retorne a Monterrey. La de Tijuana es la sociedad más tolerante y diversa de México, lo cual es un valor que no se cambia por nada. Su clima, a diferencia del regio, es delicioso. Un clima privilegiado para envidia de muchos. La diversidad regional de ecosistemas con mar, cerro, desierto y bosques es algo que amo. También la mística de sus calles.
De cualquier manera, hoy la que cumpleaños es regiolandia, así que desde la lejanía va un abrazo y Felicidades por esas 408 velitas del pastel.
Un día como hoy, hace 408 años, el señor Don Diego de Montemayor enterró su espada a la orilla del Ojo de Agua de Santa Lucía. Con la encomienda virreinal de colonizar las 200 leguas que comprendía el Nuevo Reino de León y con una tropa de potosinos y saltillenses, el señor Montemayor fundó la ciudad que cuatro siglos después sería la más progresista, trabajadora y rica de todo México: Monterrey.
Aunque es una ciudad con 408 años de edad, la verdad es que Monterrey es bastante joven, pues su auge económico surge en el porfiriato, bajo la gubernatura de Bernardo Reyes. La fundación de la Cervecería, la Fundidora y la Vidriera fueron el detonante que impulsó el boom regiomontano. En ese sentido Monterrey es una ciudad del Siglo XX. Siendo realistas, el peso histórico de Monterrey en el marco nacional durante el Virreinato y el Siglo XIX fue por demás discreto. Se recuerda claro la heroica defensa contra las tropas de Taylor en 1846 (a la que nuestro amigo el Sueco por cierto se permite restar méritos) También el desaire del Gobernador Santiago Vidaurri contra Juárez en 1864. Sepa el lector que el cacique Vidaurri le negó la entrada al Carruaje Presidencial en donde Juárez viajaba con el Tesoro y el Gabinete. Sin embargo, Monterrey era en aquel entonces una ciudad más pequeña incluso que Saltillo. Su desarrollo a partir de 1895 fue aceleradísimo y de ser un simple villorrio norteño, se transformó en la sede de la Revolución Industrial Mexicana. Hoy la economía mexicana sería inconcebible sin las industrias regias que son en gran medida las que mantienen funcionando a este país.
En el plano personal, reflexiono sobre lo tormentosa que ha sido mi relación con mi ciudad natal. Digamos que ha sido una suerte de matrimonio conflictivo, pues aunque encarno muchos de los valores y la mística regia, he de confesar que muchísimas veces me sentí absolutamente forastero en sus calles que tan bien conozco.
Mi relación con Monterrey es difícil. Mi ciudad me ha parecido las más de las veces hostil hacia mi persona. Empezando por la soberana mentada de madre que es su clima y concluyendo con los usos y costumbres de una sociedad clasista atiborrada de complejos aristocráticos obsesionada por los apellidos, la pertenencia a círculos selectos y la competencia económica.
Sin embargo, siempre estará ahí el influjo seductor de sus montañas, majestuosos guardianes, omnipresentes en mi existencia. En Monterrey uno se siente de una u otra forma resguardado por nuestras murallas montañosas. Monterrey es una ciudad ideal para la práctica del ciclismo (el deporte que más he practicado en mi vida) y es por mucho y sin discusión la urbe en donde se vive el futbol con mayor pasión e intensidad en todo el país. El regio es un aficionado fiel como ninguno y un verdadero conocedor de futbol. También extraño sus múltiples expresiones musicales. Las noches de música clásica inundando la Explanada de los Héroes, la costumbre de tomar el fresco y la cerveza en los solares de las casas, el olor de la carne asada el sábado por la noche.
He vivido en tres diferentes ciudades de este país, México DF, Monterrey y Tijuana y puedo asegurar con conocimiento de causa que la formalidad laboral y profesional del regio es inigualable. Debo confesar que en un principio me costó adaptarme al valemadrismo e informalidad tan propios del tijuanense.
Sin embargo hoy en día estoy más que adaptado y hecho a las costumbres de Tijuana, ciudad en la que soy muy feliz, si bien mi esposa y yo aún conservamos mucho del espíritu regio. Previsores con el dinero, ahorradores y muy trabajadores ante todo. Para muestra hoy: Con una cruda que ni Satanás me cura, producto de los casilleros del Diablo y las cervezas que amablemente nos invitó nuestro amigo PG Beas excediendo por mucho el compromiso de su apuesta, he aquí que estoy en píe desde las 7:00 de la mañana y tuve que cubrir una maratónica gira con el Presidente Fox. ¿Por qué soy tan responsable?
Tijuana vive su presente. Monterrey se obsesiona con la planeación del futuro.
Yo elegí Tijuana para vivir. Me autoexilié aquí y es posible que aquí viva por siempre. Nunca digo de esta agua no beberé, pero es poco probable que algún día retorne a Monterrey. La de Tijuana es la sociedad más tolerante y diversa de México, lo cual es un valor que no se cambia por nada. Su clima, a diferencia del regio, es delicioso. Un clima privilegiado para envidia de muchos. La diversidad regional de ecosistemas con mar, cerro, desierto y bosques es algo que amo. También la mística de sus calles.
De cualquier manera, hoy la que cumpleaños es regiolandia, así que desde la lejanía va un abrazo y Felicidades por esas 408 velitas del pastel.