Frontera de sombras y cristal, de aserrín, sudor y rostros borrados. Tres ancianos tocan con guitarra y acordeón serrano el corrido de la Tumba de Villa. ¿Cuantas manos extendidas frente a mí en los metros que me separan de la vena serruchada de América? Pareciera como si la oscuridad de estos ojos revelara el esqueleto oculto tras las sábanas rojas del mundo moderno. En fin , esa rara claridad de pensamientos no es capaz de extraer letras líquidas del pozo seco de mi inspiración. Acaso debería decir que también mi vida ha girado en espiral y que encontrar por momentos el presente perdido no significa treparse a saltos por el cielo.
Desde hace un tiempo he consumado un nuevo divorcio con Monterrey y he venido a radicar a la ciudad de Tijuana Baja California. Es difícil explicar este universo tan barroco. La ciudad pronuncia orgullosa su lema: Aquí empieza la Patria. La nava-ja mutiladora de la geografía política que el puritanismo atribuyó a los designios divinos así lo ha señalado desde 1848.
La nostalgia llega así, sin tocar puertas, como una ráfaga de viento, improbable, filosa. Creo que aveces buceo en el fondo del desvarío. Mis pensamientos son el templo de la incoherencia y el tiempo un albur, un puño de arena mojada siempre diluyéndose.
Los fantasmas que danzan en mi cerebro nunca dejan sobre mi piel algún vestigio de su sangre. En este delirio parece no existir el sentido del tacto ni son capaces los ojos de descifrar la forma. Hoy estoy muy cerca de la frontera entre el deseo y la nada.
Caigo en la cuenta de que la fantasía gobierna y la realidad tan solo sirve de cimiento y pretexto. Las cosas no son en sí mismas, sino la ilusión que de ellas se tenga y dichas ilusiones ¿pueden ser calificadas de falsas? ¿Que tan absoluto, que tan verdadero es el instante?
La realidad alimenta, proporciona el material y acaso finge ser la depositaria del ideal último, pero al final siempre quiere ser evadida, transfigurada, convertida en algo. En algunos casos se vuelve una obra de arte y en la mayoría va al cementerio de los sueños e ilusiones, a escribir la historia universal de lo que pudo ser.
Trato de imaginar sí pudiéramos escribir la biografía interior de las personas, la historia de sus sueños. Acaso podría llegar a ser literaria la más intrascendente de las vidas. No sé porque medito tanto sobre esto últimamente y no sé si llegaré a algún lugar tratando de explicarlo.
Esta ciudad trasciende en la medida que la imagino como otra ciudad, o me acerco a dibujarla como se encuentra en la mente del extranjero que nunca la ha visto o la ve por primera vez. La vida misma trasciende y se consuma en la medida que es contempla-da bajo la mirada del otro, el yo sin este nombre, el yo sin circunstancias ni entorno. ¿Será esta la otredad que alucinaron Borges y Paz? (por cierto mi computadora subraya en rojo la palabra otredad, pues como buena computadora que es, desconoce todo aquello que sea abstracto y me pide a gritos que la alimente de conceptos concretos) Por ahora, nada más concreto y aberrante que la columna con la que debo dar a delglutir con sus respectivas dósis de grilla e intriga para mis despreciables lectores políticos. El bloggueo continuará cuando el Mito de Sísifo se haya consumado una vez más.
Desde hace un tiempo he consumado un nuevo divorcio con Monterrey y he venido a radicar a la ciudad de Tijuana Baja California. Es difícil explicar este universo tan barroco. La ciudad pronuncia orgullosa su lema: Aquí empieza la Patria. La nava-ja mutiladora de la geografía política que el puritanismo atribuyó a los designios divinos así lo ha señalado desde 1848.
La nostalgia llega así, sin tocar puertas, como una ráfaga de viento, improbable, filosa. Creo que aveces buceo en el fondo del desvarío. Mis pensamientos son el templo de la incoherencia y el tiempo un albur, un puño de arena mojada siempre diluyéndose.
Los fantasmas que danzan en mi cerebro nunca dejan sobre mi piel algún vestigio de su sangre. En este delirio parece no existir el sentido del tacto ni son capaces los ojos de descifrar la forma. Hoy estoy muy cerca de la frontera entre el deseo y la nada.
Caigo en la cuenta de que la fantasía gobierna y la realidad tan solo sirve de cimiento y pretexto. Las cosas no son en sí mismas, sino la ilusión que de ellas se tenga y dichas ilusiones ¿pueden ser calificadas de falsas? ¿Que tan absoluto, que tan verdadero es el instante?
La realidad alimenta, proporciona el material y acaso finge ser la depositaria del ideal último, pero al final siempre quiere ser evadida, transfigurada, convertida en algo. En algunos casos se vuelve una obra de arte y en la mayoría va al cementerio de los sueños e ilusiones, a escribir la historia universal de lo que pudo ser.
Trato de imaginar sí pudiéramos escribir la biografía interior de las personas, la historia de sus sueños. Acaso podría llegar a ser literaria la más intrascendente de las vidas. No sé porque medito tanto sobre esto últimamente y no sé si llegaré a algún lugar tratando de explicarlo.
Esta ciudad trasciende en la medida que la imagino como otra ciudad, o me acerco a dibujarla como se encuentra en la mente del extranjero que nunca la ha visto o la ve por primera vez. La vida misma trasciende y se consuma en la medida que es contempla-da bajo la mirada del otro, el yo sin este nombre, el yo sin circunstancias ni entorno. ¿Será esta la otredad que alucinaron Borges y Paz? (por cierto mi computadora subraya en rojo la palabra otredad, pues como buena computadora que es, desconoce todo aquello que sea abstracto y me pide a gritos que la alimente de conceptos concretos) Por ahora, nada más concreto y aberrante que la columna con la que debo dar a delglutir con sus respectivas dósis de grilla e intriga para mis despreciables lectores políticos. El bloggueo continuará cuando el Mito de Sísifo se haya consumado una vez más.